Payasa délfica

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El enigma de la incertidumbre

Wednesday, July 14, 2010

Perfiles (V). La cargante figura del bufón

No es posible un acercamiento completo a este atlas de geografía humana sin hacer referencia al crispador por antonomasia. Al tipo más irritante que puebla nuestras calles. Un sujeto capaz de enervar a un Walt Dysney criogenizado, a las cenizas de Saramago, al fémur de Hernán Cortés.

Solo un estoico confeso y un buenazo (figura que analizaremos en su momento, no se lo pierdan de vista) son capaces de soportar a este individuo sin ser invadidos por un creciente sentimiento de ira.

El bufón es un gracioso, claro. Un punto de partida liviano. El problema (la conversión macabra, siendo precisos) es que con unos matices tan divergentes al concepto originario que lo difumina. Más que eso, lo aniquila. El bufón es un gracioso permanente. Universal. Mientras el gracioso siembra chispa de manera selectiva, el bufón es una taladradora de memeces. Un martillo pilón de bobadas y sinsentidos que, como veremos, roza la mala educación.

A nuestro personaje no le interesan las conversaciones en las que participa. Le resbala cualquier cosa, salvo su propósito. Y no es otro que poder meter el hocico con una gracieta que le distinga del resto. Un comentario histriónico, una rima, una risotada a destiempo, una burla soez (dirigida normalmente a los más débiles, que nuestro bufón es generalmente un cobarde), un desprecio. Se alimenta de sus bobadas. Vive por y para un público que, curioso al principio ante semejante individuo, acaba de él hasta las mismísimas narices.

Nuestro bar de copas. El hijodeputa, el imbécil, el gracioso (ya sea en su vertiente de tipo con chispa sin pretensiones, ya sea un proyecto de bufón) y el mediocre (que ha llegado tarde y sin hacer ruido, qué os voy a contar) andan ya echando el trasto al grupo de tías de rigor. Cada uno con su estilo y su propósito (saciar el ego, echar el polvo de rigor, un flirteo que haga la noche llevadera, o conseguir que alguna de ellas se acuerde de su nombre al día siguiente). Y llega nuestro hombre. Su primera frase le delata, "hostia, Germán, cada día estás más feo, te vamos a tener que pagar un tratamiento de belleza" (dirigida al mediocre, que como buen mediocre se llama Germán). "Venga, Carlos, a qué esperas para presentarme a estas bellezas, que parece que estáis muertos" (Carlos es el hijodeputa, claro). "Venga, hostia, bebed más rápido que se os derrite el hielo, maricones. Sois más cansinos que mi abuela, que me tiene hasta la polla de sus historietas".

El triunfo del bufón no es ligar, ni follar, ni parecido. Es soltar en tiempo récord su batería de chistecitos, sin importarle el efecto que causan en el interlocutor. Es un autodidacta, y su ego se alimenta de su verborrea y su impostada comicidad.

No olvidemos su tendencia a lo procaz. Es un fanático del piropo fácil. "Elé, esa rubiaza qué caderas tiene. Y del culito no digo ná que estás casá". Y así a todas las de su entorno. "No me digas nada que me ruborizo", dice la rubita. "Calla mujer, no seas estrecha, que sois todas iguales".

Un prenda de cuidado este bufón. Pesadísimo. Estomagante como nadie. Cargante, muy cargante. La cargante figura del bufón.

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