Payasa délfica

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El enigma de la incertidumbre

Monday, November 25, 2013

Linchamiento Top (Chef)

Tropecientos meses (y un día) sin escribir un triste párrafo y vuelvo al ruedo para hablar de un pseudoreality gastronómico que, bajo la excusa de cocinar un bonito en su jugo, esconde lo más vomitivo de la naturaleza humana.

Y aprovechando que a estas alturas solo entramos a este garito bloguero yo, yo mismo e Irene, voy a despachar(me) a gusto una ensalada de hostias marinadas, con un buen chorrito de vinagre. Nada balsámico.

Pónganse en situación. El combate empieza, y en el round, 2 equipos.

Equipo 1. Peso y categoría: Minimosca.

- Una chica pizpireta y naif. Una especie de Candy Candy salida de la República de las piruletas. Sonríe mucho, habla mucho. Tiene cara de buena. Y de buena, a veces, boba. Frágil de apariencia, no conoce la maldad ni de verla en televisión. Dice lo primero que se le ocurre, con el candor propio de los primeros días de la primavera. Un pelín bocachancla, sí. Pero buenaza. Muy tierna. Una tipa entrañable. La mimosina de toda la vida.



Equipo 2. Peso y categoría: Súper pesados.

- Un gordinflón resentido y cobarde. Un canalla especializado en navajazos por la espalda. El típico que para ligar se dedicaba a rajar de la competencia (a caldo perejil, en este caso), a ver si pillaba cacho por descarte. Y que no se comía un torrao, por supuesto. Un sujeto que lloriqueaba de forma patética porque estrellas michelín habían cuestionado su cocina (y le ninguneaban, claro), mientras él (que decía que jamás haría algo así con otra persona) humillaba de forma criminal a nuestra heroína triste, cuestionando su trabajo y su persona. Burlas, risotadas, desprecios...."esta tía acabará, con suerte, teniendo una columnita de recetas en alguna revistilla de moda", decía con la suficiencia propia del mejor cocinero del mundo. Solo que este pelagatos, lejos de ser el mejor en algo, pasará a la historia como un tontaco cósmico cuya mayor virtud fue despreciar a una compañera (de programa y de profesión) hasta rebajarla a la categoría de escombro.

- Un chulito de manual. Un me como una y me cuento veinte. El sobrao de las (grandes) narices que tiene la verdad en su mano, y la regala a quién quiera conocer qué es la vida, y cómo vivirla. El juez (sin oposición ni títulos), que sentencia a su compañera. Y la ajusticia, que para eso es juez parte. El que no la mira ni a la cara y la observa con desdén, pero la llama maleducada. El Don Quijote que necesita al gordito del escudero para linchar a placer a la víctima elegida. El que no se apiada de ella ni en la derrota de nuestra Lara Croft. Ni se despide, ni la mira. Sólo celebra su derrota con la complacencia del miserable señor feudal que disfruta con el sufrimiento de su vasallo.

- Una arpía sucia, la Duquesa del rastro. La rastrera. Esa clase de personas que confunden el carácter con la mala educación. "Tiene carácter", dirían algunos de ella. "No, no. Eso no es tener carácter. Es ser una maleducada y una prepotente", dirían los más sagaces. Y no hay nada más que patético que un prepotente sin corona ni potencia que presumir. Una excelsa compañera, capaz de putear hasta la extenuación a su pieza. De llevarla a los infiernos. Una encerrona, cocinada a fuego lento...y sin aceite.

* Hay un cuarto, el secundario. El que les ríe las gracias y se siente orgulloso de darle a nuestra Pippi Langstrump la patada definitiva. "Si consigo echarla, mis compañeros me darán un homenaje", decía ufano. El palmero que culmina la tropelía, mezcla de silencio cómplice, denigrante peloteo y sonrisitas de aprobación.



En realidad, más allá de guisos, tempuras y nitrógenos líquidos, lo que subyace en el tinglado que les propongo es cómo el ser humano puede llegar a ejercer de verdugo contra el semejante, orquestando un holocausto caníbal contra el débil.

Lejos de empatizar con aquellos que por su naturaleza son distintos (más pequeños, más flojos, más tímidos, más pobres....hasta más buenos!) lo que hacen éstos pájaros (y otros muchos) es atacarles hasta la extenuación, aprovechando su condición para arrastrarlos por el fango. Aclamados por la masa silenciosa, que calla, asiente y (lo que es peor) jalea, vilipendian a sus víctimas con  la inmisericordia del que se sabe ganador antes del combate.


Qué quieren que les diga. Ver cómo masacraban a este chica a mi me revolvió las tripas (más que la saga Saw, de la que me declaro incondicional). Ver cómo la chica apenas se defendía y tragaba con todo y con todos, me revolvió la conciencia. Ver cómo el programa (incluido el showman butifarra que lo presenta) no solo no tomó cartas en el asunto, sino que parecía encomendar a este LDL con patas y túnicas que se uniera al espectáculo denigrante me provocó arcadas. Ver como las hienas se relamían triunfantes cuando consiguieron despedazarla y darle puerta me asqueó hasta el infinito (y más allá).

Pasa en el colegio, en los trabajos, en la calle. Con lo divertido que es vacilar al igual y montar polémicas ficticias en las que los colegas nos metemos de hostias verbales mientras tomamos unas cañas, ¿qué necesidad hay de acribillar al que está solo, hacer grupo para marginarlo como un apestado, y celebrar una bacanal en su derrota?.

En fin. Que los linchamientos dan asco. Que cuando el linchado está solo da más asco aún. Y que los linchadores sean varios, y se turnen para el azote bíblico da todavía más.

Hay que reirse (si eso) de los iguales. O de los más fuertes, que tiene su puntillo. Pero lo otro...puagh!.