Payasa délfica

Payasa délfica
El enigma de la incertidumbre

Thursday, November 11, 2010

Perfiles (VI). El infeliz errante

(El perfil al que nos enfrentamos es, como los demás, genérico. Con la salvedad de que lo voy a focalizar de manera específica en alguien concreto).

Había en el centro de trabajo donde trabajaba hace 3 años un tipo deleznable. Un absoluto cafre. Todos y en todas partes estamos (semi)rodeados de sujetos espantosos, pero he de decir que a mis entonces 30 años no me había encontrado un ser tan despreciable como este.
Si el mediocre, el imbécil, el hijodeputa y el bufón presentaban ciertos caracteres entrañables, nuestro infeliz errante es la versión ampliada y (mal) corregida del frustado ciclotímico.

Hace unos días tuve la infinita suerte de coincidir con él en un restaurante. Mesa con mesa. Estaba con su hermano, el único ser humano capaz de aguantar su compañía más de 10 minutos. Sentí cucarachas en la garganta (que debe ser la antítesis cursi de las mariposas en el estómago), y a la vez me alegró comprobar que seguía tan solo y tan frustrado como siempre. La historia que les cuento mezcla pasado y presente, que hay cosas que no se pierden. El que tuvo retuvo, claro.

Es un infeliz en esencia. Un desgraciado en toda su extensión. No de esos que generan cierta simpatía (la figura del perdedor a casi todos nos fascina, se le coge cariño en nada y además de inofensivo puede ser el compañero de viaje más fiel). No, este es infeliz y desgraciado en sí mismo. Su forma de actuar, de tratar a la gente. Su resentimiento hacia el mundo, sus complejos. Su manera de echar la culpa de todo a los demás, su feroz envidia.

Nuestro protagonista tenía (y sigue teniendo, imagino) un carguillo en una Empresa Pública (no tiene grandes estudios, claro.) Empezó una carrera y como no da el hombre para más la abandonó al segundo año. Eso sí, le ha servido para odiar a diplomados, licenciados y cualquier persona con estudios solventes. Y ese carguillo le hace tener gente a su cargo que en la mayor parte de los casos tienen una mayor preparación, lo que se traduce en que sus complejos afloran y busca su reafirmación como jefecillo con gritos, amenazas e intimidaciones (en ocasiones llegando a la coacción física).



Como buen canalla, recibía al poderoso con alfombras rojas. Les concedía a grandes federaciones y personas de cierta relevancia un trato de favor, llegando al patetismo más extremo con su servilismo. En cambio, cuando de alguien humilde se trataba, de personas poco instruidas o gente de avanzada edad, el trato era denigrante, llegando a echar a estas personas del despacho si le apetece. No tenía miramientos en ridiculizar al débil, si es en público tanto mejor.

Jamás tiene la culpa de nada, no hay síntomas de autocrítica. Son los demás los que se ríen de él, le vilipendian y le toman como felpudo improvisado. Si su mujer lleva años sin tocarle, es culpa de ella, que no vela por sus necesidades como hombre. Si los demás le esquivan es culpa de una sociedad miserable. Si se le quiere hacer ver que su actitud es denigrante, se le está persiguiendo.

El hecho de ser entre feo y muy feo es otro tema que le solivianta. Puede hacer todo tipo de comentarios procaces, incluso obscenos. Si alguna mujer le pide un poco de respeto en el trato, o le para los pies, es una estrecha y una puritana. No soporta, claro, a los hombres de físico aceptable. Les intenta colocar la etiqueta de irreductibles crápulas, y se inventa historias para desprestigiarles.

Ni siquiera es listo, lo cual es un alivio. Un tío con esta facha y además espabilao te puede destrozar la vida (profesional y hasta personal, que los traumas laborales los llevamos como pesada carga a nuestra casa). Es un tontolculo de manual, capaz de montar escándalos y amenazar al personal en hora punta y sin reparar en los testigos. No es además respetado por sus superiores, lo cual convierte su peloteo en ridículo, y sus intentos de conspirar en fracasos esperpénticos. Es el patito feo de los maquiavelos modernos, y lo sabe. Y lo sabemos los demás. Hasta lo sabe la gente que viene de la calle y por culpa de este infame colocan al funcionario el sambenito que tiene.

No es fácil encontrar un ser humano con tantísimo complejo de inferioridad. Tan vengativo. Tan violento en las formas. Tan envidioso. Tan mezquino y tan falto del más mínimo concepto de respeto, dignidad o compañerismo. Tan miserable y tan capaz de sembrar la discordia, el malestar y la desazón entre los demás. Un tipo malo. Y muy feo, por cierto.

Espero que no tengan que soportar a un tordo de estas características en sus centros de trabajo. Es muy estresante. Yo estuve cerca del shock hipovolémico. Salí airoso y reforzado, aunque hastiado de comprobar la clase de personas que uno se encuentra durante su vida.