Payasa délfica

Payasa délfica
El enigma de la incertidumbre

Saturday, July 31, 2010

Penny Widmore

No puedo soportar la ausencia de Lost.

He intentado superarlo comiendo nocilla de manera compulsiva.

Los Häagen-Dazs versión Hacendado (geniales) me hicieron superar el delirium tremens.

He soñado que Desmond era mi vecino y me contaba que Hugo veranea en La Manga.

El final de Lost ha marcado mi vida.

No sin Lost.

Monday, July 26, 2010

Mujeres y nombres - y viceversa - (La importancia de NO llamarse Ernesta)

A riesgo de perder alguno de los (fieles, je!) lectores del blog (que diría se pueden contar con los dedos de la mano de Gollum) me veo en la necesidad de mostrar la importancia de los nombres propios, y su decisiva implicación como vínculo letal en la personalidad del sujet@ portador.

Tengo fijación con ciertos nombres femeninos. Me apasionan. Y esa pasión tiene una explicación/demostración empírica.

Mis nombres fetiche tienen un triple origen:

- Nombres eslavos. Desprenden elegancia, morbo y misterio.
Desde Rusia con amor (Irina, Ekaterina, Svetlana - Sveta -, Dasha, Oksana Y Vanda) Desde Serbia con nostalgia (Jelena, Dusica, Vesna, Jasna, Sanja y Vanja).

- Nombres vascos. Al margen del físico de las vascas (digamos que no son el Top 5 de la belleza nacional), me ponen. Iratxe, Eider, Edurne, Jasone, Eztizen y Leire.

- Nombres que invitan al contacto: Beatriz, Alicia, (H)Elena, Elba, Rebeca, Adriana, Mónica, Celia, Lucía, Soledad y Marta. No olvidemos a la macedonia Berenice y a la ninfa Liriope.

Hay nombres, por contra, asociados a la mediocridad: Leonor, Adela, Dolores, Mercedes, Mari Cruz, Teresa, Caridad, Begoña, Sara, Puri/ficación, Samantha, Jennifer y Vanessa (estos 3 últimos, por cierto, asociados a una promiscuidad feroz). Me dejo los nombres reservados a las empleadas de hogar, y que solo ellas deberían tener el honor de llevar (Pepi/ta, Paqui/ta, Encarna/ita y Juana/ita). Son nombres que indefectiblemente llevan a una vida tediosa. A una monotonía radiante que alumbra a nuestras intrépidas Paquitas.

Llamarse Puri (y demás nombre descritos) es una condena. Una Puri de la vida se casa joven, no destaca en nada en particular y en sus vacaciones trabaja más (escuadrón de frustradas amas de casa) que durante su período laboral. No tiene inquietudes culturales relevantes, y si viaja lo hace a menos de 3000 kilómetros de su casa y siempre en viajes organizados. Es una amante del orden.

Una Adela cualquiera nunca hará un comentario chispeante. Jamás haría puenting o parapente. Su hazaña más locuela es plantearse si ver una película en versión original (subtitulada, claro). A Adela le encantan Los Puentes de Madison, y abominaría Sospechosos habituales, o El puente sobre el río Kwai.

Son grises. Ni suman ni restan. Mentalmente débiles y poco agraciadas. En realidad, lo que me solivianta de las Pepitas, Dolores, Mari Cruces y Samanthas es que me aburren. Ni en un universo nocturno JotaBediense alguien inquieto aguantaría más de 15 minutos de charla con ninguna de ellas.


En el otro extremo, Beatriz y Cía. He de reconocer que este grupo tiene mucho ganado con sus nombres, y no les hace falta mucho más para interesarme (Sí, soy habitante de Frivolizalandia en materia de nombres).
Una Soledad pecosilla, menuda y de nariz respingona es mi ideal de virtud.
Una Beatriz de sonrisa pícara y notables altibajos emocionales tiene un encanto infinito (esas geniecillas incapaces de canalizar de manera racional su energía).
De esas que nunca sabes por donde te van a salir, que te sorprenden constantemente. Que no sabes si va o viene, si la quieres o la odias.

Lo que me encandila de Lucías, Adrianas y Rebecas (y demás nombres citados) es su carácter. Contradictorias, apasionantes, sagaces y divertidas.

En fin, estimad@s:

Mi mujer ideal sería una Eztizen, una Vanja, una Helena, una Marta o una Elba.
Y jamás, jamás, jamás me veré involucrado en una relación de cierta intensidad con Vannesa, Mercedes, Caridad o Paquita.

De los apellidos ya hablamos, que tambien tienen telita.

(Poned una Elena en vuestra vida - A Jelena os la pongo yo -, y fuera Saritas).

Sunday, July 25, 2010

Sí / No

Sí - Los yogures bebibles de melón. Mi gran descubrimiento de este verano.

No - Los gordos exhibicionistas. No se puede ir por la playa subastando grasa y tripa sin ningún pudor.

Sí - El ruido armónico de los ventiladores y secadores de pelo. Ideal para echarse un sueñecito de lo más agradable. Dejar pasar la vida mantita encima mientras suena de fondo uno de estos sonidos es lo más.

No - La indolencia y la pertinencia en el hastío. Ser tonto o ignorante tiene un pase. Saberlo y no hacer nada por invertirlo no. Mención aparte aquellos que presumen de su estupidez y falta de recursos, y que ganan dinero rentabilizando su síndrome de bordelines.

Sí - Los zurdos y los números impares. Elegancia, talento y distinción.



No - Los diestros y los números pares. Qué vulgar, je!.

Sí - Los canguros. Y las canguros.

No - Las cucarachas. Especialmente esas de tono rojizo que vuelan. Dan náuseas.

Sí - Alicia en el País de las Maravillas, Peter Pan y Campanilla.

No - Los gimnasios con la música altísima y vistas a la calle. Ver a un tipo mancuerna en mano y sonrisa de bobo resulta muy patético.

Sí - Seven ("mi pecado es la envidia, que estalle la ira"), Cadena perpetua (todos los caminos conducen a Ciguatanejo), El silencio de los corderos (adoro a Jodie Foster), Pulp Fiction (lo mismo de Uma Thurman) y la saga Saw (esa que prohibió la estupendísima Ministra de Cultura que fuera exhibida en cines, mientras no ha tenido reparo en ser guionista de la infame "Mentiras y gordas", una auténtica y real bazofia).

No - Magnolias de acero, la saga Crepúsculo, Solaris y cualquier película en la que aparezca Meg Ryan, auténtico cáncer de piel (y de miel) de este planeta.

Sí - Las anchoas y el salmón

No - Las magdalenas y el bróccoli

Sí - Ir de vacaciones a Islandia, Serbia y Letonia



No - Ir de vacaciones al Caribe, París o Roma

Sí - Woody Allen y Scarlett Johansson

No - Pedro Almodóvar y Penélope Cruz

Apuntes de prensa rosa

Aprovechando que el pasado sábado me tragué La Noria (un Sálvame revestido de difusión de la cultura y la tertulia) vamos a repasar a los protagonistas del colorín desde el prisma del periodista/comentarista/tertuliano...

- Jesús Mariñas es inmortal. Sólo así se entiende que un tipo al que le han atribuido el Sida, la Hepatitis y principios de ébola (realmente existe esta enfermedad o es otro invento de las farmacéuticas?) siga sentado en tribunas rosas. Eso sí, la Diosa Afrodita le ha debido condenar a la abstinencia sexual y a un selvático onanismo, porque cada vez que me lo encuentro anda babeando a Cantizano o soltando histriones sexuales de lo más procaz.

- Karmele Marchante tiene una severa deficiencia mental. Las personas que nos caen mal, o nos repelen, tienden a ser (des)calificadas de manera sistemática y cruel. Yo sin embargo ya pasé esta etapa con Karmele; ahora simplemente creo que es una mujer transtornada, y que en aras de la integración social de los disminuídos sigue estando en televisión. A diferencia de las personas impedidas (y su afán de superación), este personaje anclado en un físico deleznable y una forma de actuar denigrante sigue agigantando su papel de freak en apuros.

- María Patiño cree realmente que contar las miserias del personal es de una importancia suprema. Lo que me fascina de esta señorita es la forma en que defiende la importancia de su trabajo (Ja!), y su sentido de la responsabilidad y el deber.

- Gema López ha perdido puntos en mi escala. En 3 años ha pasado de estar como un queso a lucir una galopante celulitis. Y lo peor es que su cara ha terminado por cansarme, con lo que me ponía a mi la tipa esta.

- Aurelio Manzano es un tipo siniestro. Muy siniestro. Su tono de voz, su asimétrica cara de zanahoria, sus gestos. Me da terror.

- La princesa del pueblo, Venus de San Blas y ninfa de tenderete (conocida vulgarmente como Belén Esteban) ha dejado de tener apariencia humana, y muestra de manera inequívoca sus rasgos androides. La evolución de su aspecto físico es tan grotesca que tiene pensado protagonizar la segunda parte de Avatar (cameo de Andreíta incluido).

- Víctor Sandoval (un sujeto con cara de chiste, muy mala baba y plumífero) es de lo más repelente que hay en el planeta. Su forma de entonar el inglés es propia de un meapilas. Y ya es incalificable cuando hace unas semanas decía que le habían intentado asesinar metiendo en su casa un mosquito asesino que te paraliza hasta la muerte

- Hay 2 presentadores de Tv que inspiran un sentimiento encontrado entre lástima y vergüenza. Su condición de comunicadores les viene dada indudablemente por enchufe, fortuna cósmica o fácil desnudo.

Santi Acosta y Carmen Alcayde.

En el primero de los casos, hablamos de un sujeto con cara de bobalicón. Su capacidad de hilar 2 frases seguidas (y con sentido) es nula. No tiene gracia. No se le conoce comentario ingenioso alguno. Mueve la cabeza permanentemente sin motivo aparente. Hace amagos de marcarse un bailecito que dan grima. No tiene carácter. En un completo escombro televisivo al que Telecinco ha premiado con otro programa. Un tipo penoso.

En el caso de Carmen Alcayde, estamos ante una mujer con una carita aceptable y unas tetas desproporcionadas que luce con soltura y esplendor. Su talento, pues, se reduce (que no es poco, sic) a insinuar areola. No sabe expresarse, ni es capaz de llevar un programa. Su colección de fracasos televisivos es notable (lo de las gafas de Angelino fue sencillamente demencial). En Aquí hay Tomate hacía de palmero (palmera y florero) de Jorge Javier Vázquez. Cuando la separaron de él, el caos. Voluntad sin acierto. Una pena.





(To be continued...)

Saturday, July 24, 2010

La nacionalización del restaurante del Corte Inglés

Hace unos días, en pleno mes de agosto y con el termómetro de la puerta marcando 42º (300 metros más alante marcaba 39º, debe ser la sensación térmica diferida) decidí comer en el Restaurante del Corte Inglés.

Éramos 2 personas, y dado que hacía un calor insoportable (algún punto entre los 39 y los 42 grados) tomamos la determinación de refugiarnos en algún lugar con un aire acondicionado solvente. Así que subimos a la tercera planta confiados en disfrutar de una comida tranquila y agradable.

La última vez que estuve en el Restaurante del Corte Inglés fue hace unos 4 años (en el del antiguo Galerías Preciados he estado en varias ocasiones, y siempre se ha mantenido en sintonía con lo que uno espera), y recuerdo que no había mucha gente, el servicio era muy profesional, hacía un frío que pelaba (cosa que valoro enormemente, el frío es elegante y el calor es marginal) y el sandwich mixto/cola cola que pedí me duró hora y media, en charla distendida y buena compañía.

Tan buena o mejor era la compañía esta vez (mejor, era decididamente mejor!). Sin embargo, lo demás era peor. Decidamente peor.

Entramos. Yo fumo, mi acompañante no. Vemos que solo hay 4 mesas ocupadas en la zona reservada para fumadores, así que la primera decisión es meternos en el cubículo. Asomo el hocico a la cuadra reservada para los fumadores (agitadores marginados por una sociedad libre de humos, de molestias y de tolerancia), y salgo escaldado. Hay un hedor a humo de tabaco incapaz de ser aguantado, ni siquiera por un fumador como yo. Es inconcebible que 7 personas formen tal humareda, pero sí, está ocurriendo. Imposible comer en ese ambiente.

Así que damos media vuelta y nos dirigimos a la sala de la gente normal. Hay tres cuartos de entrada, que para ser 17 de julio me parece mucha gente. Niños corriendo por la sala, barrigones en bermudas, mujeronas ceñidísimas con enormes pendientes de aro...

Nos sentamos en una mesa, casi al final, en la parte derecha. Nos traen la carta, y vemos que hay menú. Aunque el risotto me pone, nos decidimos por no calentarnos mucho los cascos y pedimos dos menús. Al poco llega el camarero con una fuente de pan infame (no es que estuviera duro, es que estaba reblandecido, descongelado varias veces y puesto a calentar a última hora en microondas). Y junto al camarero se sienta en la mesa de al lado una familia con abuela made in Spain, marido, mujer, 3 hijos - de puta - escandalosísimos y maleducadísimos y un sujeto difícil de ubicar con pinta de consejero matrimonial, o Inspector de Hacienda. En la otra parte tenemos a un tipo famélico comiendo solo, y preguntando al camarero si le puede hacer un poco de pisto. Y para cerrar el círculo en que nos encontramos tenemos en la mesa pegada a la pared a una veinteañera folclórica (una mezcla de Charo Reina y Beyoncé) con la que debe ser su madre (también folclórica, pero en este caso tendente a la mezcla de Lolita y Oprah Winfrey).

Con semejante fauna alrededor la comida es lo de menos. Un gazpacho insípido y de ínfimos tropezones (solo faltaba la lombarda para darle tono violeta y macabro), y un salmón a la bilbaína riquísimo...en grasas saturadas y aceite requemado. Y de postre unas natillas sin galleta ni canela.

Y con eso, lo peor de todo es el ambiente a taberna analfabeta y vulgar.

Los niños gritando al padre que quieren un polo y una nube, la mamá limpiándose los restos de paella de verduras con la manga de la camisa, el consejero matrimonial y/o inspector de hacienda hablando sin parar con las paredes, porque el padre está más pendiente de pedir a gritos la cuenta que de su charla.

El famélico metiéndose el dedo en la nariz (tiene meñique de alfiler y le cabe entero, me temo que en cualquier momento le sale por el ojo) y maldiciendo que no tuvieran pisto.

La folclórica pequeña dando golpes en la mesa y palmadas (una versión calé del We will rock you), soñando con ser algún día la vocalista de Camela. La folclórica grande hablando por el móvil con el altavoz puesto con un tío al que ha debido despertar de la siesta porque está muy mosqueado por el tono y le dice que le deje en paz).

La próxima vez iremos al Burger King. Ni punto de comparación.

* Nacionalización: Proceso en virtud del cual los usuarios del Restaurante del Corte Inglés se han banalizado y vulgarizado de tal manera en los últimos años que la esencia misma de Belen Esteban ha invadido sus cuerpos y mentes, hasta el punto de convertir un sitio pacífico y elegante en taberna de mercaderes (sin el encanto de las tabernas de toda la vida ni el arraigo de los viejos mercaderes).

Friday, July 23, 2010

La siniestra presencia de la remolacha y la lombarda

De entre la flora y fauna alimenticia que nos rodea, hay 2 elementos sospechosamente comestibles que suponen un gravísimo atentado contra la salud pública. Esteticamente inaceptables, de sabor y textura infames, consiguen algo al alcance de muy pocos comestibles: Que un ser humano normal no solo acabe odiándolos de manera cerval, sino que acabe por tomar manía a todos los alimentos que se acompañan o pueden acompañarse de estos 2 venenos vegetales que nos invaden.

Remolacha y Lombarda. El enemigo silencioso.

Los indicios raciones de la criminalidad de estas delicias culinarias son latentes:

1. ¿Alguien ha visto alguna remolacha o alguna lombarda íntegra, en todo su esplendor?. No. La respuesta es no, porque estos 2 brebajes siempre actúan de manera sibilina. Con premeditación, alevosía y ensañamiento. Siempre troceados o fraccionados, jamás dan da cara. Se esconden entre otros alimentos, esperando su momento para ser engullidos. Son cobardes.

2. ¿Alguien (no aquejado de algún tipo de patología psicosomática) ha pedido alguna vez en algún sitio que le sirvan una lombarda, o una remolacha?. No. Nadie. Solo un ruso de vodka hasta las trancas pediría una sopa de remolacha, y únicamente para equilibrar los efectos del delirium tremens. Nos encontramos con la puta lombarda y su alter ego remolacha sin haberlos pedido, sin esperarlos. A traición.

(Y 3). He dejado de comer Kebab. Y jamás compro esas bolsas de hierbajos que venden en los grandes almacenes como ensaladas de última generación. Y la razón es la misma: Hay elementos dispersos e indefinidos que puedo atreverme a asegurar tienen algo que ver con nuestras 2 protagonistas. En el caso de las ensaladas (rúcula, canónigos, batavia. brotes de soja y demás forraje), hay unas en particular de color violeta que tiran para atrás. No se qué son (nadie lo sabe, siempre atacan por la espalda), pero algo tienen que ver con la remolacha, la lombarda o algún tipo indeterminado de col venenosa.



El caso del kebab es el peor. El origen de mi odio sincero e infinito. Yo comía kebabs, la idea de atiborrarme a cordero o pollo de manera desordenada me seducía. Cebolla, tomate, crema agria o queso de cabra eran acompañantes aceptables, casi acertados...

...Y apareció la puta lombarda de los cojones, con su textura crujiente y subversiva. Qué asco. Una especie de fingers de lechuga pasada de fecha cortada en juliana para joder el invento. Y el color que deja en el pan de pita, entre rosáceo y violeta, para dar más dramatismo. Impregnando sus miserias en la carne, en el pan, en el tomate y en todas partes. Y si te cuelan el kebab con la lombarda ni se te ocurra tratar de apartarla y comerte el resto, porque este veneno ya se ha inoculado de manera irreversible, y a cada bocado te encuentras el lila de las narices.

Hay que desterrar esta cicuta vegetal de la dieta. De los cogollos de lechuga, la berenjena y la zanahoria cocida hablamos otro día, que tambien tienen lo suyo. De momento ahí queda un abominable homenaje a la lombarda y la remolacha.

Friday, July 16, 2010

Wednesday, July 14, 2010

Perfiles (V). La cargante figura del bufón

No es posible un acercamiento completo a este atlas de geografía humana sin hacer referencia al crispador por antonomasia. Al tipo más irritante que puebla nuestras calles. Un sujeto capaz de enervar a un Walt Dysney criogenizado, a las cenizas de Saramago, al fémur de Hernán Cortés.

Solo un estoico confeso y un buenazo (figura que analizaremos en su momento, no se lo pierdan de vista) son capaces de soportar a este individuo sin ser invadidos por un creciente sentimiento de ira.

El bufón es un gracioso, claro. Un punto de partida liviano. El problema (la conversión macabra, siendo precisos) es que con unos matices tan divergentes al concepto originario que lo difumina. Más que eso, lo aniquila. El bufón es un gracioso permanente. Universal. Mientras el gracioso siembra chispa de manera selectiva, el bufón es una taladradora de memeces. Un martillo pilón de bobadas y sinsentidos que, como veremos, roza la mala educación.

A nuestro personaje no le interesan las conversaciones en las que participa. Le resbala cualquier cosa, salvo su propósito. Y no es otro que poder meter el hocico con una gracieta que le distinga del resto. Un comentario histriónico, una rima, una risotada a destiempo, una burla soez (dirigida normalmente a los más débiles, que nuestro bufón es generalmente un cobarde), un desprecio. Se alimenta de sus bobadas. Vive por y para un público que, curioso al principio ante semejante individuo, acaba de él hasta las mismísimas narices.

Nuestro bar de copas. El hijodeputa, el imbécil, el gracioso (ya sea en su vertiente de tipo con chispa sin pretensiones, ya sea un proyecto de bufón) y el mediocre (que ha llegado tarde y sin hacer ruido, qué os voy a contar) andan ya echando el trasto al grupo de tías de rigor. Cada uno con su estilo y su propósito (saciar el ego, echar el polvo de rigor, un flirteo que haga la noche llevadera, o conseguir que alguna de ellas se acuerde de su nombre al día siguiente). Y llega nuestro hombre. Su primera frase le delata, "hostia, Germán, cada día estás más feo, te vamos a tener que pagar un tratamiento de belleza" (dirigida al mediocre, que como buen mediocre se llama Germán). "Venga, Carlos, a qué esperas para presentarme a estas bellezas, que parece que estáis muertos" (Carlos es el hijodeputa, claro). "Venga, hostia, bebed más rápido que se os derrite el hielo, maricones. Sois más cansinos que mi abuela, que me tiene hasta la polla de sus historietas".

El triunfo del bufón no es ligar, ni follar, ni parecido. Es soltar en tiempo récord su batería de chistecitos, sin importarle el efecto que causan en el interlocutor. Es un autodidacta, y su ego se alimenta de su verborrea y su impostada comicidad.

No olvidemos su tendencia a lo procaz. Es un fanático del piropo fácil. "Elé, esa rubiaza qué caderas tiene. Y del culito no digo ná que estás casá". Y así a todas las de su entorno. "No me digas nada que me ruborizo", dice la rubita. "Calla mujer, no seas estrecha, que sois todas iguales".

Un prenda de cuidado este bufón. Pesadísimo. Estomagante como nadie. Cargante, muy cargante. La cargante figura del bufón.

Friday, July 09, 2010

Thursday, July 08, 2010

Perfiles (IV). La patética figura del frustrado ciclotímico

Hoy hablaremos de un colectivo menor. Muy menor. Menor en número e intensidad (mediocre, imbécil e hijodeputa son un género que abarca a un fabuloso elenco de sujetos, ya saben).

Pero, sobre todo, menor en autoestima, orgullo y dignidad. El acomplejado vitalicio, el Don Nadie de la Mancha. Un feroz envidioso, un nostálgico de nada. Un reflejo grotesco y miserable.

Es una mezcla de caracteres con peculiaridades que lo distinguen y lo convierten en un tipo único.

El frustrado ciclotímico es un imbécil, sí. Pero con matices. No es físicamente aceptable (nuestro protagonista es feo, y lo sabe). Y colecciona una fenomenal gama de rechazos que le han ido forjando un carácter huraño, patético y resentido. A los 15 añitos, “no llaméis al tío ese, que nos da vergüenza que nos vean con él”. A los 25, “qué poca gracia, y además es un sobón y un palizas”. A los 35, babeando como él solo sabe, “siempre le queda el recurso de internet, le salvan las nuevas tecnologías”. Y no babea por un polvo, no. A los 35 ya es consciente de que su éxito se alcanza con una mirada neutra, sin desprecio. Es suficiente para nuestro personaje. Los 45, 50, 55….ya ha alcanzado el sublime patetismo.

Tampoco es un hijodeputa. No en esencia. Es un individualista, sí. Pero forzado. Arrinconado en su esquina. Un marginal de carrera (que, como veremos, es su mayor formación académica). Aspira a hijodeputa, claro. Y se queda en putativo. Quiero y no puedo.

Y tiene algo de mediocre, verbigracia. Es inseguro e irrelevante. Carece de la natural y tibia humildad del mediocre, y eso le distingue. Nuestro frustrado es víctima de sus complejos. Los humaniza y se siento ultrajado por ellos, humillado. Se siente perseguido. Hasta un día le pareció que unos turistas húngaros le sonreían con desdén y mofa al preguntarle por una calle.

Limitado en esencia, el frustrado ciclotímico es malo. Muy malo. Y peor sería si no fuera un tullido de las emociones. Un adlátere de la catástrofe. Estamos en un centro de trabajo. Nuestro protagonista, sin apenas formación ni experiencia de vida, ha alcanzado un cargo de cierta relevancia. Ya es jefecillo, claro, que en España el tontolasnarices tiene madera de ministro. Ordena con inseguridad quebrada. Grita y se enerva sin reparos. Sin motivo. “Estoy hasta los cojones, joder. El jefe soy yo”. No repara en ridiculizar al compañero, si se siente cuestionado. En gritar y amenazar si alguien aporta un punto de vista que él, claro, no había contemplado. Y sus formas bruscas y miserables se hacen aún más escandalosas si le cuestiona un hombre (el frustrado ciclotímico es hombre, su alter ego es la sibilina acomplejada). Y si el hombre es más joven (y más guapo, más listo y más todo, lo que no es noticia) y le cuestiona delante de alguna mujer, su feroz pataleta se convierte en odio. Un odio visceral, desde las entrañas. Un odio envidioso que convierte a nuestro hombre en infraser.

Las mujeres de su entorno se debaten entre un respetuoso desprecio, una sincera lástima y la condescendencia femenina hacia los lisiados. Con ellas trata de ser encantador. Las piropea, con la poca clase del lisiado. Las considera superiores, etéreas. Es lo que tiene follar poco, se idealiza a la mujer y se habla de sexo de manera compulsiva. Lejos de la chispa del piropeador profesional (un tipo peculiar, sin duda, y eficaz en su objetivo), nuestro frustrado ciclotímico es burdo. Irreverente. Una versión masculina y aumentada de la mal follá. O de la ná follá.

Una figura infame. Un Dachau de las emociones, un Auschwitz de la estética. Un personaje a esquivar.